… Jóvenes como ustedes que se animaron a vivir la
aventura de la fe. Porque la fe provoca en los jóvenes sentimientos de aventura
que invita a transitar por paisajes increíbles, paisajes nada fáciles, nada
tranquilos… pero a ustedes les gustan las aventuras y los desafíos, excepto los
que no se llegaron a bajar del sofá, bájenlos rápido… El camino hacia adelante,
los sueños que tienen que ser concretados, el mirar siempre hacia el horizonte,
se tiene que hacer con los pies en la tierra…
En mi trabajo como obispo pude descubrir que hay
muchas, pero muchas, buenas ideas en los corazones y en las mentes de los
jóvenes. Y eso es verdad ustedes son inquietos, buscadores, idealistas. ¿Saben
quién tiene problemas? El problema lo tenemos los grandes que cuando escuchamos
estos ideales, estas inquietudes de los jóvenes, con cara de sabiondos,
decimos: ‘piensa así porque es joven, ya va a madurar’, o peor, ‘ya se va a
corromper’. Y eso es verdad, detrás del ‘ya va madurar’ contra las ilusiones y
los sueños, se esconde el tácito, ‘ya se va a corromper’. ¡Cuidado con eso! Así
que cuando los grandes pensamos eso, no les hagan caso...
¿Para qué vamos a cambiar si siempre fue así, si
siempre se hizo así? Eso es corrupción. Madurar, la verdadera madurez, es
llevar adelante los sueños, las ilusiones de ustedes, juntos, confrontándose
mutuamente, discutiendo entre ustedes, pero siempre mirando hacia delante, no
vendiendo esas ilusiones y esas cosas. ¿Está claro?..
A nosotros nos toca ayudarlos a que sean coherentes
con lo que dicen, es un trabajo en el que los vamos a ayudar, pero si ustedes
no hablan, cómo los vamos a ayudar. Y que hablen con valentía y que digan lo
que sienten y lo van a poder hacer en esa semana de encuentro previa al Domingo
de Ramos, que vendrán delegaciones de jóvenes de todo el mundo, que nos
ayudemos a que la Iglesia tengan un rostro joven.
Una vez uno me decía hace poco ‘yo no sé si hablar de
la Santa Madre Iglesia’, hablaba de un lugar especial, ‘o de la Santa abuela
Iglesia’. No, no. La Iglesia tiene que tener rostro joven y eso ustedes tienen
que dárnoslo. Pero claro, un rostro joven es real, lleno de vida, no
precisamente joven por maquillaje, con crema rejuvenecedora, eso no sirve, sino
joven porque desde su corazón se deja interpelar.
Y eso es que lo que nosotros, la Santa Madre Iglesia
hoy necesita de ustedes: que nos interpelen. Después prepárense para la
respuesta, pero necesitamos que nos interpelen, la Iglesia necesita que ustedes
saquen el carné de mayores de edad, espiritualmente mayores, y tengan el coraje
de decirnos, ‘esto me gusta’, ‘este camino me parece que es el que hay que
hacer’, ‘esto no va’, ‘esto no es un puente, es una muralla’. Que nos digan lo
que sienten y lo que piensan. Y eso lo elaboren entre ustedes en los grupos de
ese encuentro y después eso irá al sínodo, el que ciertamente habrá una
representación de ustedes. El sínodo lo harán los obispos, que recogerá todo. Y
para los que vayan a ese encuentro, darle sus ideas, sus inquietudes, lo que
vaya sintiendo en el corazón…
Las preguntas de ustedes, el querer saber de ustedes,
querer ser generosos son exigencias para que estemos más cerca de Jesús. Y
todos estamos invitados, una y otra vez, a estar más cerca de Jesús.
Si una actividad, si un plan pastoral, si este
encuentro no nos ayuda a estar más cerca de Jesús, perdimos el tiempo, perdimos
una tarde, horas de preparación, que nos ayuden a estar más cerca de Jesús. Y
eso se lo pedimos a quien nos puede llevar de la mano. La miramos a la Madre,
cada uno en su corazón le diga con las palabras, ella que es la primera
discípula, que nos ayude a estar más cerca de Jesús, desde el corazón, cada
uno.
Y déjenme contarles una anécdota. Charlando un día con
un joven le pregunté qué es lo que lo ponía de mal humor. ¿A vos qué te
pone de mal humor?, porque el contexto se daba para hacer esa pregunta. Y Él me
dijo: ‘cuando al celular se le acaba la batería o cuando pierdo la señal de
internet’. Le pregunté: ‘¿Por qué?’. Me responde: ‘Padre, es simple, me pierdo
todo lo que está pasando, me quedo fuera del mundo, como colgado. En esos momentos,
salgo corriendo a buscar un cargador o una red de wifi y la contraseña para
volverme a conectar’.
Esa respuesta me enseñó, me hizo pensar que con la fe
nos puede pasar lo mismo. Todos estamos entusiastas, la fe se renueva: que un
retiro, que una predicación, que un encuentro, que la visita del Papa, la fe
crece, pero después de un tiempo de camino o del ‘embale’ inicial, hay momentos
en los que, sin darnos cuenta comienza a bajar ‘nuestro ancho de banda’,
despacito. Y aquel entusiasmo, aquel querer estar conectados con Jesús, se
empieza a perder y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería, y entonces
nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo
empezamos a ver mal.
Al quedarnos sin esta ‘conexión’ que le da vida a
nuestros sueños, el corazón empieza a perder fuerza, a quedarse también sin
batería. ¿Te pasó esto alguna vez? Cada cual se contesta adentro. No quiero
hacer pasar vergüenza a quien no le pasó. A mí me pasó.
Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos
ahogando nuestras ideas, ahogando nuestros sueños, nuestra fe y claro nos
llenamos de mal humor. De protagonistas —que lo somos y lo queremos ser—
podemos llegar a sentir que vale lo mismo hacer algo que no hacerlo. ¿Para qué
te vas a gastar? mira el joven pesimista, pásala bien, deja con estas cosas, el
mundo no cambia. Y quedamos, sentimos que quedamos ‘fuera del mundo’, en mi mundito
donde estoy tranquilo, en mi sofá.
Me preocupa cuando, al perder la ‘señal’, muchos
sienten que no tienen nada que aportar y quedan como perdidos. Mirá vos tienes
algo que dar, mirá esto es un desastre, yo trato de estudiar, tener un título,
casarme, pero no quiero líos, termina todo mal...
Nunca pienses que no tienes nada que aportar o que no
le haces falta a nadie. Le haces falta a mucha gente, y esto pensalo, cada uno
de ustedes piénselo en el corazón, yo le hago falta a mucha gente. Ese
pensamiento, como le gustaba decir a Hurtado, ‘es el consejo del diablo’, que
quiere hacerte sentir que no vales nada… pero para dejar las cosas como están,
por eso te hace sentir que no vales nada, para que nada cambie, porque el único
que puede hacer un cambio en la sociedad es el joven, cada uno de ustedes.
Nosotros ya estamos en el otro lado…
Mídanse en su corazón: ¿Qué tengo yo para aportar en
la vida y cuantos de ustedes sienten las ganas de decir no sé? Lo siento,
apúrate en encontrarlo para aportar, el mundo te necesita, la patria te
necesita, la sociedad te necesita.
Vos tenés algo que aportar, no pierdas la conexión.
Los jóvenes del Evangelio que escuchamos hoy querían
esa ‘señal’ buscaban esa señal que los ayudara a mantener vivo el fuego en sus
corazones. Esos jóvenes que estaban con Juan Bautista querían saber cómo cargar
la batería del corazón. Andrés y el otro discípulo —que no dice el nombre, y
podemos pensar que ese otro discípulo puede ser cada uno de nosotros— buscaban
la contraseña para conectarse con Aquel que es ‘Camino, Verdad y Vida’.
Y creo que ustedes tienen un gran santo que les puede
hacer de guía, un santo que iba cantando con su vida: ‘contento, Señor,
contento’. Hurtado tenía una regla de oro, una regla para encender su corazón
con ese fuego capaz de mantener viva la alegría. Porque Jesús es ese fuego
capaz de mantener viva la alegría.
Y la contraseña de Hurtado para reconectar para
mantener la señal es muy simple, seguro que ninguno de ustedes trajo un
teléfono, ¿no? —si se animan me gustaría que la apunten en sus teléfonos— Yo se
las dicto. Hurtado se pregunta: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’ Los que
puedan, anótenlo. ¿Qué haría Cristo en mi lugar? En la escuela, en la
universidad, en la calle, en casa, entre amigos, en el trabajo; frente al que
le hacen bullying: ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’. Cuando salen a bailar,
cuando están haciendo deportes o van al estadio: ‘¿Qué haría Cristo en mi
lugar?’. Esa es la contraseña, la batería para encender nuestro corazón,
encender la fe y encender la chispa en los ojos. Que no se les vaya. Eso es ser
protagonistas de la historia. Ojos chispeantes porque descubrimos que Jesús es
fuente de vida y alegría…
Ser protagonistas es hacer lo que hizo Jesús. Allí
donde estés, con quien te encuentres y a la hora en que te encuentres: ‘¿Qué
haría Jesús en mi lugar?’.
¿Cargaron la contraseña? Y la única manera de no
olvidarse de la contraseña es usarla, sino nos va a pasar, claro esto es de mi
época, no la de ustedes, pero seguro saben algo, esa de los tres chiflados en
un film, que arman un asalto, una caja fuerte, con todo pensando, y cuando
llegan, se olvidaron de la contraseña y se olvidaron de la clave.
Si no usan la contraseña se van a olvidar. Cárguenla
en el corazón. Repítanla y úsenla ‘¿Qué haría Cristo en mi lugar?’ La usarán
todos los días, y llegará el momento en el que se la van a saber de memoria, y
llegará el día en que, sin darse cuenta, el corazón de cada uno de ustedes
latirá como el de Jesús.
No basta con escuchar alguna enseñanza religiosa o aprender
una doctrina; lo que queremos es vivir como Jesús vivió. ¿Qué haría Cristo en
mi lugar? traducir Jesús a mi vida, por eso los jóvenes del Evangelio le
preguntan: ‘Señor, ¿dónde vives?’; lo escuchamos recién] ¿cómo vives?
Queremos vivir como Jesús, Él sí que hace vibrar el
corazón. Hace vibrar el corazón y te pone en el camino del riesgo, arriesgarse,
correr riesgos. Queridos amigos, sean valientes, salgan ‘al tiro’ al encuentro
de sus amigos, de aquellos que no conocen o que están en un momento de dificultad.
Y vayan con la única promesa que tenemos: en medio del desierto, del camino, de
la aventura, siempre habrá ‘conexión’, existirá un ‘cargador’. No estaremos
solos. Siempre gozaremos de la compañía de Jesús, y de su Madre y de una
comunidad. Ciertamente una comunidad que no es perfecta, pero eso no significa
que no tenga mucho para amar y para dar a los demás.
¿Cómo era la contraseña?, ¿Qué haría Jesús en mi
lugar? Está bien todavía la conservan. Queridos amigos, queridos jóvenes: ‘Sean
ustedes los jóvenes, se los pido por favor, sean ustedes los samaritanos que
nunca abandonan a nadie tirado en el camino. En el corazón, otra pregunta
¿Alguna vez abandoné a alguien tirado en el camino? Un pariente, un amigo,
amiga, sean samaritanos nunca abandonen a alguien tirado en el camino.
Sean ustedes los jóvenes cirineos que ayudan a Cristo
a llevar su cruz y se comprometen con el sufrimiento de sus hermanos. Sean como
Zaqueo, que transformó su enanismo espiritual en grandeza y dejó que Jesús
transformara su corazón materialista en un corazón solidario. Sean como la
joven Magdalena, apasionada en busca del amor, que solo en Jesús encuentra las
respuestas que necesita. Tengan el corazón de Pedro, para abandonar las redes
junto al lago. Tengan el cariño de Juan, para reposar en Jesús todos sus
afectos. Tengan la disponibilidad de Nuestra Madre, la primera discípula para
cantar con gozo y hacer su voluntad.
Queridos amigos, me gustaría quedarme más tiempo. Los
que tienen teléfono agárrenlo en la mano. Es un signo para no olvidarse de la
contraseña. ¿Cuál era la contraseña? Así se reconectan y no quedan fuera de
banda, me gustaría quedarme más tiempo.
Gracias por el encuentro, gracias por la alegría de
ustedes. Gracias, muchas gracias y les pido por favor que no se olviden de
rezar por mí. Gracias.